- Carmina de la Luz Ramírez
¿Qué porcentaje de tu cerebro utilizas? ¿Funciona el efecto Mozart? ¿Eres más listo si haces Brain G
A Jorge siempre le dijeron que los seres humanos somos capaces de utilizar únicamente el 10% de nuestro cerebro, y eso lo hacía sentirse continuamente limitado. Susana evitaba a toda costa que sus alumnos comieran dulces antes de clase, pues pondrían menos atención. Gladys nunca entendió por qué le decían que ser zurda significaba que su hemisferio cerebral dominante era el derecho y que, por lo tanto, sería buena para el arte, cuando a ella se le daban las matemáticas y, de hecho, eligió hacer una carrera en física. Durante años, Mario ofreció a sus hijos alimentos ricos en omega 3 y 6, para aumentar su capacidad de aprendizaje, y Alejandra invirtió buena parte de sus quincenas en audiolibros, ya que alguna vez leyó que su cerebro era del tipo que aprendía mejor con estímulos auditivos.

Jorge, Susana, Mario, Gladys y Alejandra (y posiblemente tú también) fueron víctimas de algunos de los neuromitos más extendidos en México. Pero ¿qué son los neuromitos, cuáles son los riesgos que representan y cómo podemos combatirlos? Te lo explicamos.
De la caja negra a la caja de Pandora
“Actualmente —dice Verónica Alcalá Herrera, investigadora de la Facultad de Psicología de la Universidad Nacional Autónoma de México—, todo el mundo habla del cerebro, todo el mundo tiene una opinión sobre cómo funciona el cerebro, si hace ciertas cosas o si se le pueda engañar (…) Antes, el mismo Skinner [destacado psicólogo conductista de mediados del siglo XX] lo llamaba la caja negra, porque no había manera de adentrarse profundamente a su estudio”.
La experta en psicobiología y neurociencias destaca que fue el advenimiento de las tecnologías aplicadas al análisis del sistema nervioso central (como la resonancia magnética o la tomografía de positrones) lo que produjo este boom. Por ejemplo, en Estados Unidos se le llamó la década del cerebro” al periodo 1990-2000, cuando mucha gente comenzó a mostrar un marcado interés en los descubrimientos de las neurociencias y en cómo podían aplicarlos en el día a día. Pero esta popularidad trajo consigo un efecto colateral, advertido públicamente por la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos (OECD) desde 2002; se trata de los neuromitos.
Según la OECD, los neuromitos son:
"Ideas equivocadas que surgen de la mal interpretación de hechos científicamente bien establecidos a partir de las investigaciones sobre el cerebro”.
La principal preocupación de la OECD con relación con esta información es en el ámbito educativo, pues ahí de han convertido en una espacie de caja de Pandora. A nivel individual, los profesionales de la educación muestran un interés en la aplicación de los hallazgos de las neurociencias en su práctica docente; más tarde, diversas empresas aprovechan dicho interés convertido en necesidad para fructíferos negocios, y el fenómeno puede alcanzar proporciones políticas y económicas: “En México, tú puedes ir a una primaria y todavía algunas propuestas para trabajar con los niños están basadas en ciertos neuromitos”, señala Verónica Alcalá, doctora en psicología.
Lo anterior no se restringe a los países en vías de desarrollo, pues naciones del primer mundo también están a merced de los neuromitos. Nuestro vecino del norte, por ejemplo, donde —según un estudio publicado en mayo de 2012 en la revista Mind, Brain and Education— tan solo el estado de Georgia solicitó 105 mil dólares para la distribución de música clásica entre los recién nacidos en 1998; esto con base en el supuesto efecto Mozart, cuya falta de evidencia científica lo colocó entre la lista de neuromitos a finales de la década de los 90. Otro caso es el de España; de acuerdo con un texto periodístico publicado en El País en julio de 2017, durante las últimas cinco décadas muchos de los colegios élite han vendido el método de estimulación temprana de Glenn Doman como una innovación educativa, aunque este haya sido tachado de fraudulento por instituciones como la Academia Americana de Pediatría desde finales de los 60.

Aquí y en China
Uno de los estudios pioneros en medir qué tanto creen los profesores de niveles educativos básicos en los neuromitos fue publicado en octubre de 2012 en la revista Internacional Frontiers in Psychology. Los autores trabajaron con una muestra de 242 docentes de primarias y secundarias del Reino Unido y los Países Bajos, quienes respondieron una encuesta con 37 enunciados, de los cuales 15 correspondían a neuromitos. Los resultados mostraron que el neuromito más predominante es “los individuos aprenden mejor cuando reciben información en su estilo de aprendizaje preferido (auditivo, visual o kinestésico)”; el segundo lugar fue ocupado por “las diferencias en la dominancia de los hemisferios cerebrales (derecho o izquierdo) pueden explicar diferencias individuales de aprendizaje” y el tercero por “ejercicios de coordinación pueden mejorar la integración de las funciones de los hemisferios izquierdo y derecho”.
Sin embargo, lo más interesante de la investigación —encabezada por la doctora Sanne Dekker, del Deparment of Educational Neuroscience de la Universidad de Ámsterdam— fue que aquellos profesores que manifestaron consultar continuamente revistas de popularización de la ciencia también resultaron ser los más vulnerables a no poder diferenciar neuromitos. Esto sugiere que los medios de comunicación y las formas en las que hacemos divulgación o periodismo de las neurociencias también podría influir en la expansión y persistencia de neuromitos.
El fraude de la gimnasia cerebral
Otros estudios más recientes coinciden con lo observado por Dekker y sus colaboradores. Por ejemplo, a principios de 2019, una investigación en Quebec identificó que los docentes concuerdan con neuromitos asociados a los estilos de aprendizaje, las inteligencias múltiples y los hemisferios dominantes; están a favor de los ejercicios de coordinación y creen en el uso del 10% del cerebro. Este mismo año, investigadores de la Universidad de Kassel (Alemania) publicaron en Frontiers in Human Neuroscience los resultados de una encuesta aplicada a 550 profesores en formación, de los cuales el 92% admitió confiar en la efectividad del fraude conocido como gimnasia cerebral (Brain Gym). En China, la situación es igual de irrisoria, pues un estudio —también publicado en 2019, pero en la revista Frontiers in Education— mostró que el 88% de una muestra de profesores considera que las neurociencias son útiles para las prácticas educativas al tiempo que el 93.6% “los individuos aprenden mejor cuando reciben información en su estilo de aprendizaje preferido”.
Un error de traducción
Entonces, ¿este tipo de afirmaciones son totalmente falsas? Respecto a los estilos de aprendizaje, la doctora Alcalá Herrera explica que “las neurociencias han mostrado que en ocasiones a algunas personas se les facilita aprender con figura o imágenes, por ejemplo; pero eso no significa que no utilicemos otras formas de aprendizaje; nunca utilizamos una sola vía, no existe alguien puramente auditivo o kinestésico”. Las neurociencias también han permitido verificar que, para concretar un aprendizaje, se utilizan muchas zonas del cerebro: “aprender el concepto lápiz, por ejemplo —dice Verónica Alcalá—; no es que tengamos una carpeta o archivo lápiz en un lugar concreto, sino que reside en todo el cerebro; puedes perder a lo mejor una parte del concepto, como el nombre, debido a una lesión cerebral, pero seguirás sabiendo cómo usarlo”.
En este mismo tenor, el doctor Eduardo Calixto González —investigador del Instituto Nacional de Psiquiatría Juan Ramón de la Fuente y autor del libro Un clavado a tu cerebro— dice que “no podemos hablar de un solo tipo de aprendizaje; para cada ser humano puede ser distinto, y en algún momento un cerebro puede sentirse más adaptado para hacer cierto tipo de cosas y en otro contexto puede aprender o informarse de otra manera, de acuerdo con el estímulo, la edad, etcétera”.
Pero, si las neurociencias están muy conscientes de la complejidad del cerebro, ¿de dónde salen los neuromitos? “Hay varias causas; el de los estilos de aprendizaje proviene del mismo ámbito educativo, de un giro que la pedagogía dio a resultados neurocientíficos; el problema es que ambas disciplinas tienen posturas teóricas muy distintas, y no se pueden trasladas de una a la otra de manera aislada”, reconoce la experta en neuroeducación.
Los neuromitos nacen también de generalizaciones. Es el caso del tema de los hemisferios cerebrales. Gracias a técnicas como la prueba Wada —que el Northwestern Memorial Hospital (en Chicago, Illinois) describe como una prueba que examina cada hemisferio del cerebro, por separado, para ubicar el área que controla el habla de una persona o ver cuál de sus lóbulos temporales tiene mejor función de memoria— los neurocientíficos saben que, efectivamente, los hemisferios presentan dominancia: “los diestros tienen primordial función y activación del hemisferio cerebral izquierdo; lo que raya en el mito es que las personas solamente utilizan uno solo para hacer cierto tipo de actividades [como cálculos matemáticos o actividades artísticas], eso es falso, los dos hemisferios están siempre conectados”, precisa Calixto González.

Además, por absurdo que parezca, los neuromitos pueden surgir de una simple traducción. “Ese es un mito sensacional —dice el médico de formación para referirse al supuesto uso del 10% del cerebro—, y proviene de una mala traducción en la década de los 70”. De acuerdo con el doctor en investigación biomédica básica, el cerebro tiene la capacidad de inhibirse (al igual que de excitarse), y las proporciones en que lo hace cambian a lo largo de la vida, o del día, o de las actividades que realice una persona: “puede estar inhibido en un 60%, por ejemplo; pero eso no significa que haya partes que no hacen nada, sino que en ese momento están activas ciertas áreas”
El órgano que se estudia a sí mismo
Para la doctora Alcalá Herrera, lo más grave de los neuromitos es que pueden usarse para justificar comportamientos: “la gente trata de explicarse el por qué le pasan ciertas cosas; por ejemplo, si escuchan que solo pueden usar el 10% de su cerebro, piensan que con razón no pueden aprender tal cosa; pero el cerebro se usa todo, incluso en casos de discapacidad, cada quien usa en su totalidad el cerebro que tiene (…) hay que dejar de verlo como una tercera persona, nos tenemos que hacer responsables de nuestro propio cerebro, el único órgano que se estudia a sí mismo”.
En el ámbito educativo, Alcalá Herrera opina que los profesores deben ayudar a sus estudiantes a como dé lugar, en todas las circunstancias: “no puedes limitar el desarrollo de todas las habilidades del sistema nervioso solo porque el alumno es diestro o zurdo”. Sin embargo, todo esto no quiere decir que las neurociencias no sean aplicables a la educación, sino que hacerlo es sumamente complejo; para ello existen disciplinas como la neuroeducación, donde se aprovechan los conocimientos sobre cómo funciona el cerebro y los integra con la psicología, la sociología y la medicina, en un intento de mejorar y potenciar los procesos de enseñanza-aprendizaje.
Vía www.tangible-eluniversal.com.mx